La telegrafía, la transmisión de mensajes sin el transporte físico de cartas, nació en 1792, pero no fue hasta mitad del siglo XIX que comenzó a popularizarse hasta convertirse en el primer medio de comunicación masivo.
El 1 de enero de 1845, John Tawell viajó a caballo hasta Slough, una localidad al sur de Inglaterra. Y envenenó a Sarah Hart, su amante, a quien pagaba 1 libra semanal para mantener a los dos hijos que habían tenido fruto de una relación nacida mientras ella, una enfermera, cuidaba a la esposa de Tawell, enferma de tuberculosis y que había fallecido a finales de 1838.
Tras cometer el asesinato, tenía planeado coger el tren hasta Londres, y al no ser conocido en Slough pensó que podía escurrirse sin ser descubierto, pero un reverendo le vio abandonar la escena poco antes de la muerte de Sarah y la policía siguió su rastro hasta la estación, pero no a tiempo de detener el tren.
Pero lo que Tawell no sabía es que la vía por la que viajaba era de las pocas que discurrían en paralelo a una línea telegráfica. Cuando llegó a la estación de Paddington, la policía ya estaba alertada y le identificó por su característica vestimenta de cuáquero y fue detenido, juzgado, declarado culpable y ahorcado el 28 de marzo de 1845.
El telegrama y la privacidad
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